| Cremada del dimoni |
El 1940 Badalona vivía la depresión social heredada de la Guerra Civil,
apenas terminada hacía un año. El primer intento importante para
revitalizar la cultura badalonesa lo harán los administradores de la Cofradía de Sant Anastasi, inducidos por el historiador Josep Maria Cuyàs Tolosa y con el apoyo del Gremio de Corders. Todos juntos deciden inventarse una nueva tradición. Cuyàs les proporciona la excusa histórica: encuentra en la obra el Calaix de Sastre del Baró de Maldà,
una especie de diario que refleja la vida cotidiana catalana y
badalonesa de finales del siglo XVIII, un fragmento que explica que el 8
de mayo de 1785, fiesta del Rosario, unos pescadores quemaron en la
playa de Badalona, ante un público numeroso, lo que él llama, sin dar
detalles, un figurón. Posiblemente, un mascarón
de proa de una embarcación que habría quedado inservible. Aunque todo
hace pensar que ese fue un hecho casual, tuvieron suficiente para
justificar los orígenes históricos del invento. Francesc de Paula Giró i Prat, Jaume Ribó Arenas y Damià Vergés Vallmajor,
los tres administradores de la Cofradía de San Anastasio, se encargan
del diseño y construcción del primer demonio, que construyeron en el
sótano de la casa de Sadurní Castellsagué y Ventura en la calle de Francesc Layret.